3 sept 2012

Nunca te dejaré caer. Nunca.

Publicado por Unknown

Por tercera vez, Alberto CdP deja una parte de sí mismo en Cuatro suspiros. En esta ocasión, la lealtad eterna, la inagotable mano que nunca te suelta copa el núcleo del texto.

Él y Ella se habían pasado un poco con el alcohol, bastante en realidad. Pero no les importaba. Él llevaba suspirando por ella mucho tiempo y por fin había conseguido apartarla del grupo de amigas el tiempo suficiente para dar rienda suelta a su encanto y a su amor. Allí estaban los dos, con la madrugada ya muy avanzada, esperando, abrazados, besándose y sin dejar de mirarse mutuamente, en la cola al taxi, de los que conformaban aquella enorme serpiente blanca llena de luces de verdes, que los llevaría a la casa que tan afortunadamente Él tenía libre esos días, desde la plaza pegada al río de cuyo paso cualquiera se aprovecha.
Los dos, frisando la mayoría de edad, estaban en plenitud. Él, deportista experto en taekwondo, alto y guapo. Fuerte. Ella, no tan alta como Él, con una sonrisa capaz de iluminar un día lluvioso y unos ojos azules grandes como el mar.
El alcohol iba haciendo sus efectos y en uno de sus embates, mientras estaban abrazados, Ella perdió pie y cayó de espaldas. Sin embargo, ahí estaba Él para rescatarla y, sin dejar de clavar sus pupilas en las de Ella, decirla:
-Nunca te dejaré caer. Nunca.
Sin terminar de levantar su dulce cuerpo, Él rozó sus labios con los de Ella después de sonreírse mutuamente.

Ella le está contando (recordando realmente) a Él esta historia. En la habitación del hospital hace algo de frío. Él está vendado de pies a cabeza. Los pronósticos de los doctores no son nada halagüeños. Nada se sabe de aquel motorista ebrio y maldito. Los ojos de Él, arrasados en lágrimas, rememoran aquella primera de las muchas noches que se sucedieron.
Están cogidos de la mano, y Ella pronuncia, clavando su mirada azul en los ojos de Él, lo siguiente:
-Nunca te dejaré caer. Nunca.

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