Princesa destronada
Publicado por Dani Rivera
Tenía el corazón en venta porque
nadie quiso comprarlo. De vez en cuando lo alquilaba para una noche a
tipos cuyos nombres no recordaba a la mañana siguiente. Tenía un
par de tacones marginados en un rincón aguardando a que regresasen
las ganas de fiesta y un pintalabios rojo que esperaba marcar de
nuevo las mejillas del último chico que arrugará sus sábanas.
Tenía un móvil mudo que nunca sonaba y un par de entradas para una
película romántica a la que nadie jamás la acompañó. Tenía
pañuelos de papel para secar el desencanto que a menudo usaba para
borrar las lágrimas de su recuerdo. El recuerdo de alguien que un
día salió, cerró la puerta y nunca más la volvió a abrir.
Hacía tiempo, ya un par de años, de
la última vez que vio a Edu. Desde entonces no tecleaba en su viejo
Nokia un 8330778844433777666 para sellar un mensaje de texto. Y
tampoco nadie se lo mandaba a ella. Desde entonces Sole estaba sola.
Sola como la esposa que espera paciente a que regrese a su lado la
voz que un disparó acalló en Irak. La soledad de un paraguas sin su
lluvia, de una playa sin olas, de un camino sin caminantes o de una
mañana de domingo sin un 'Buenos días, princesa'.
Y el calendario nunca ayudaba. El reloj
tampoco. El tiempo pasaba, las horas corrían y los días se
esfumaban y todo seguía igual. Seguía siendo la princesa destronada
de una cama que una vez fue suya, la desheredada de unos 'Te quieros'
que antes la hacían la persona más feliz del mundo y la cenicienta
que aguarda expectante a que su príncipe la devuelva el zapato de
cristal.
Sábado noche en Barcelona. Con la luna
de farola desfilaba sobre la acera encharcada por una breve lluvia de
otoño. La minifalda apenas tapaba sus ganas de que terminase la
noche. Sus amigas, como siempre, tenían la culpa de que los hombres
volvieran a girarse cuando pasaba. No la apetecía visitar
discotecas, hablar a gritos, estaba cansada de 'Perdón, ¿estás
sola?', de inventar números falsos porque aquel chico de la camisa
azul no la terminaba de convencer y de beber para que el tiempo se
pasase más rápido y de fingir que lo pasaba bien. Nunca había sido
de noches locas que no tuviesen lugar debajo de unas sábanas, ella
era de noches en el sofá, al abrigo de unos brazos que la supiesen
arropar, de tardes de invierno jugueteando en la alfombra, frente a
la chimenea, y de paseos en primavera en los que el paisaje dejaba de
cobrar protagonismo para que lo hiciesen los besos fugaces aquellos
que tanto la gustaban.
Pero ahora estaba atrapada entre unos
incómodos tacones, un llamativo pintalabios rojos y un sujetador que
empezaba a resultar muy molesto. 'Odio fingir ser una persona que no
soy' pensó mientras contemplaba como sus amigas comenzaban a
acercarse a un grupo de chicos. 'Ya van por la tercera copa' Sole
volvió a entablar una conversación silenciosa con su mente mientras
se apoyaba en la barra de aquel bar. Aquella tercera copa marcaba el
límite entre la vergüenza y el atrevimiento, el límite tras el que
se decidían a lanzarse después de elegir minuciosamente la víctima.
- “Si acierto lo que estás
pensando ¿me dejas invitarte a una copa?”- “¿Perdón?” dijo, sorprendida, mientras se giraba para comprobar el destino de la voz.
- “Me llamo Pablo, encantado” respondió, tendiéndola la mano. “Bueno, ¿me permites que te invite a una copa si adivino lo que estás pensando?”
Sole sonrió nerviosa. Hacía tiempo,
mucho tiempo que no se encontraba en una situación similar. Hizo
memoria. Desde el día que conoció a Edu, quizá.
- “Tomaré esa preciosa sonrisa
por un sí” continuó él, haciendo caso omiso al silencio “Creo
que te estás preguntando qué haces aquí, si esto no te pega,
estás cansada de ver como tus amigas te cambian por el primer chico
que las invita a una copa ¿me equivoco?”- “Pues un cosmopolitan, por favor” añadió mientras comenzaba a reírse “¿Tan previsible soy?”
La conversación derivó por los cauces
más extraños. Él la propuso dar una vuelta entre el centro de su
ciudad, ella aceptó la invitación. Los ecos de sus risas era lo
único que rompía el silencio de las tres de la madrugada. Pablo
echó un vistazo al reloj, sabedor de que su tiempo allí se agotaba
y frenó en seco. No quería que pasase ni un segundo más.
Y entonces Sole supo que todo volvería
a salir bien. Regresaban, de nuevo, sus añorados 'Buenos días',
los sms de amor y las conversaciones interminables, se mudaba por
fin de la calle del olvido. Y entonces, en la noche en la que menos
esperó su llegada, la princesa recuperó su trono.
Texto: Dani Rivera (@Dani_RiveraRuiz)
¿Qué bonito y esperanzador!=)da sentido a la frase tan conocida de "aparece cuando menos lo esperas" Me encanta.
ResponderEliminarMuchas gracias Ana. De eso se trataba, que para quitar esperanzas ya suele estar la vida real ;)
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