13 dic 2012

Compañera de Viaje

Publicado por Alberto


El tren avanza todo lo rápido que puede, mientras el sol anaranjado del final del verano va cayendo a la derecha del convoy. La capital provincial quedó atrás hace unos minutos, y aún faltan algunos más para pasar bajo la enorme marquesina metálica de la siguiente estación, donde los viajeros se cobijan a la sombra de un castillo, junto a la villa ferial. 
El eterno horizonte castellano, ya pardo, es todo lo que puedo ver por la ventana al son del traqueteo. Entre poste y poste se suceden pueblos, ermitas y campos de girasol. Si muevo la vista, apareces tú, con el rostro iluminado por la luz crepuscular, parapetada tras las gruesas pastas del clásico que estás leyendo estos días. Esos ojos marrones que se intuyen por encima del pesado ejemplar siguen volviéndome loco como el primer día. Los sigo mientras ellos hacen lo mismo con las líneas de Clarín. Mi diestra y tu zurda están extendidas y apoyadas junto al cristal de la ventana. Las puntas de nuestros dedos se rozan y entrelazan en una danza que parece no tener fin.  
Se supone que este tren va a Madrid, pero en realidad se encamina más allá, al Futuro, a nuestro futuro, ya que allí tomaremos un vuelo a nuestra nueva vida. Porque el Destino quiso que nos conociésemos en nuestros años en la Facultad de Derecho (no hace tantos, por cierto), no podemos contradecirlo ahora, que ese mismo Destino nos lleva a la ciudad que bien vale una misa, alejándonos de la miseria y el desánimo, pero también de la familia y los amigos. Aún quedan muchas horas para que la travesía termine del todo, pero estoy deseando llegar junto a ti a nuestro nuevo refugio franco para abrazarte, llenarte de besos y sentirte tan cerca de mí que pueda ver cómo se dilatan tus pupilas mientras tú me proteges. 
Desde el primer beso te he amado, pero cuando me dijiste que sí, que vendrías conmigo, que seguiríamos juntos en este viaje que es la Vida, que te sacrificarías por mí sin hablar una palabra de la lengua de Baudelaire mientras yo me dedico a lo realmente deseo, no es solo amor lo que siento. Ahora, además, te quiero, te adoro, te admiro, te envidio, me avergüenzo de mí mismo en realidad. Dejas todo atrás por alguien tan insignificante como yo. Alguien tan anodino que no merece tu sonrisa. Alguien tan mediocre que es mejor persona cada día gracias a ti. Alguien tan blando que tiene un miedo inmenso a fallarte. Alguien, en fin, tan cobarde que sólo se atrevió a dirigirte la palabra después de tres meses compartiendo aula, y  sólo porque algo de ron intervino. 
Has parado de leer y has dejado a Vetusta, a Ana, a Fermín de Pas, a Álvaro Mesía, a todos, sobre el asiento. El sol está a punto de ocultarse por completo y el tren se detiene en la ciudad que vio morir a la mujer del rey aragonés, princesa y reina como tú. Fijas tu mirada almendrada sobre mí: 

-¿En qué piensas, Carlos?

Sonrío y desvío mi vista hacia la penumbra exterior, para eludir un contacto visual que sé que me terminaría desmoronando. 


-¿Yo? En nada, ya sabes cómo somos los tíos.


-Texto: Alberto (@AlbertoCdP)
-Imagen: Anais (@Destroyer8)

2 comentarios:

  1. Castilla, Clarín... Ya nos vamos conociendo, tocayo.

    Respecto a la foto, es fácil comentar: un motivo evidente para enamorarse de Anaís. Enorme.

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  2. Bonita historia, muy bien redactada y contada :)
    Te sigo.
    PD: en tener un rato, te invito a dejarte caer por mi blog elarchivodelashistoriasanonimas.blogspot.com donde publico relatos breves . Espero que te gusten.

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